Isidora
Henríquez
Séptimo
básico
"Sin
título"
Eran
las 2:56 de la mañana.
No
se oía nada excepto el crujido de unas botas mojadas, las botas de Marianne
Acababa
de ir a dejar a su mejor amiga a su casa borracha solo porque la irresponsable
había bebido más de lo que debía y había intentado saltar de una silla a otra
bailando.
No
podía creer lo irresponsable que era.
Marianne
caminó por un callejón oscuro que, según su celular, era un atajo hacia su
casa.
El
callejón en verdad daba miedo. Era digno de una película de horror.
“Esta
sería la parte en la que el asesino viene y me mata” pensó Marianne tomando su
celular para ver si había otro camino que no le diera tanto. Lamentablemente su
celular estaba muerto, sin batería por lo que debía seguir con esa ruta.
Tomó
un desvío hacia la izquierda y se topó con el edificio que estaba a tres
cuadras de su apartamento. Entonces escuchó los pasos.
Primero
eran inteligibles, pero luego Marianne los escuchó con más claridad. Pasos de
una persona, corrían detrás de ella.
Marianne
apresuró el paso pensando que la iban a asaltar, pero su perseguidor pareció
darse cuenta y empezó a correr tras ella. Lo que antes Marianne no había
escuchado, ahora era inevitable que lo oyera.
Marianne
corrió como si de eso su vida dependiera -lo cual era probable-. Corrió sin
detenerse hasta llegar a su edificio. Entró en la recepción y, sorpresa, el
portero no estaba. Marianne asustada corrió hacia el ascensor y apretó
frenéticamente el botón hasta que se dio cuenta de que solo perdía tiempo. Las
escaleras no se demoraban, solo cansaban mucho.
Subió
los cinco pisos hasta llegar al departamento 578B. Sacó apresuradamente las
llaves de su bolso cuando la luz súbitamente se apagó.
Marianne
se dio vuelta asustada y se encontró cara a cara con un personaje extraño. Vestía
una chaqueta oscura con la que no se le veía la cara
Ahí
estaba él.
Su
perseguidor.
Su
asesino.
Marianne
gritó cuando él se acercó hacia ella con malas intenciones. Entonces… Marianne
despertó.
—Marianne
por favor cálmate, solo era una pesadilla —decía su madre.
—
¿Qué? —Dijo Marianne con voz temblorosa — ¿Qué paso, dónde estoy?
Su
madre se cruzó de brazos y le contestó algo enojada.
—Hasta
donde yo sé estas en casa y tuviste una pesadilla, te pusiste a gritar como una
loca y estoy segura que despertaste a la mitad del edificio.
—Entonces
¿no moriré? ¿No me van a secuestrar? —preguntó Marianne con voz ligera.
—Creo
que no —contesto su madre—. Ahora necesito que vengas, los nuevos vecinos
vinieron a presentarse y se alarmaron con tu griterío.
—Ah, claro, déjame vestirme y voy —dijo
Marianne poniéndose un chaleco encima de su pijama.
Marianne
caminó hacia el comedor donde estaban sus nuevos vecinos cuando lo vio.
Estaba
en la mesa conversando con su mamá, como si fueran amigos de toda la vida.
Pero
no era un chico, era una chica que la saludó con efusividad, aunque en sus ojos
había un dejo de maldad.
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