lunes, 15 de mayo de 2017

PREMIADOS CATEGORÍA LÍRICA 2017 - Ens. Media

PRIMER LUGAR:  "Sarcasmo del perdón" 
Paloma Fernandez - IV° Medio 


Sarcasmo del perdón

Ríete de sus ojos
Sus dolores y disculpas
Escupe en sus rodeos
Y carga tu lengua de sarcasmo
Que pa’ estas no hay tiempo.

Palabras endulzadas de miradas con intención
Sabe lo que hace.
Ríete.
Disfrázate de lo que quiere ver

Resbala,
Maquilla
Será lo que se quiera
Pisotea sus lágrimas
Junta los pedazos

Nos veremos en otra estación.



PRIMER LUGAR:  "Palabras" 
Andreu Lechuga - II° Medio 

Sin nombre ni final
Palabras. Palabras brillantes que forman mundos y palabras oscuras que los destruyen. Palabras que forman oraciones, realidades, palabras muy grandes que no significan nada y palabras pequeñas que son todo. Me estoy hundiendo en palabras. Me consumen. Me retuercen. Hay palabras que existen y me asfixian. Palabras sofocantes, duras y frías. Por todo mi cuerpo caen como una cascada. Trato de agarrar alguna, frenético, impotente, pero se deslizan por entre mis dedos. Se juntan alrededor de mi cuello. Me asfixian. Grito y trato de sacarlas, de arrancarlas y aplastarlas contra en suelo, pero no puedo moverme. Palabras grises ahora son cadenas en mis manos y altos barrotes. Soy su prisionero. No entiendo nada. Escucho risas, palabras crueles. Se ríen de mí. Palabras en forma de luz entran por una alta ventana en tiempo suficiente antes de desaparecer, dejando atrás solo negra esperanza. Esta oscuro y hace frio. Tengo frio. Siento el peso muerto de las cadenas en mis manos. Estoy solo. Confinado. Y en el piso, indefenso, palabras rotas me torturan. Bestiales. Los barrotes han pasado a ser navajas  que exploran mi cuerpo. Cariñosas. Maternales. Me retuerzo y grito de dolor. De locura.  Nadie me escucha. Nadie nunca lo hará. Y así pasa la eternidad. La eternidad de segundos agonizantes. Hasta que ya no resulto interesante. Ya no siento nada. Ya no duele como solía. El espacio para cicatrices se ha acabado, y las navajas se retiran, volviendo a su estado de cautiverio. Dejándome solo. Tendido a morir, dejo pasar el tiempo. Algunas heridas, las más nuevas,  todavía gotean espesas palabras carmesí. Negras en la oscuridad. Y agonizando sobre el piso invernal, las observo. Observo como llegan de su caótico flujo buscando orden. Conjunto. Y se agrupan, formando una gran comunidad. Un océano granate. Bajo mío. Las observo y desde el interior nace. El odio. La envidia. El anhelo de un ser solitario. Y me hundo en él. Dejo que me consuma. Evocando los únicos recuerdos grises en mi existencia podrida. Las navajas. La ilusión de compañía. Y sin más voluntad para seguir, me permito a mí mismo un momento de paz. El único. Antes de dejarme caer.

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