jueves, 30 de mayo de 2013

Premio a la Narrativa, categoría Enseñanza Básica 7mo y 8vo 2013

Segundo Nivel   (Séptimo y Octavo)



Primer Lugar:            Elisa Allendes                                               Octavo Básico

TATUADO EN EL CORAZÓN


Le gustaba sentarse y pensar en lo que alguna vez tuvo, lo que alguna vez vivió. Le gustaba recordar, para después dejar caer lágrimas, por saber que no iba a volver a pasar, que no había vuelta atrás…que él ya no estaba con ella.

“—Qué hermosa está la playa, ¿no?—le dijo con una sonrisa que ni siquiera entraba en su rostro, estaba feliz, ella podía notarlo y sentirlo.

—Sí, muy hermosa – sonrió, y se dio vuelta para ver a quien ella amaba.

-- ¿Te he dicho que eres perfecta? – La abrazó por la cintura y sonrió al notar el efecto que tenía en ella; cada vez que le decía un cumplido, ella no podía evitar sonrojarse. La acercó más hacia su cuerpo y la besó como si de este beso dependieran sus vidas.”

Las lágrimas ya pinchaban en la parte posterior de sus ojos, no pudo contenerlas más y las dejó caer. Caían y caían lágrimas, mientras ella sollozaba y se ahogaba en su propio llanto. No podía creer cómo su vida había dado un giro de 180º grados en tan poco tiempo. Después de un llanto incesable, se levantó y comenzó a caminar de vuelta a casa. En el camino vio aquella casita del árbol  en la que solían jugar cuando tenían 5 años.

“-- ¡Corre! ¡Apúrate! ¡Los fuerza X nos van a ganr y se van a apoderar de Fairyland! – gritaba mientras corría por llegar a lo que ellos creían que era un mundo encantado.

--¡Pero Joaquín! ¡ Yo no corro igual de rápido que tú—decía ella mientras corría lo más rápido que podía. Después de correr a toda velocidad lograron llegar a aquella casita, a un mundo encantado…”

Ese pequeño recuerdo logró sacarle una sonrisa, que no mostraba desde aquel día… Poco le duró la sonrisa al comprender que sólo eran recuerdos, recuerdos que no volverían, era el pasado y por más que quisiera no había forma de retroceder el tiempo. Debía aceptarlo, el tiempo pasa, la gente crece, y no todos se quedan…

“… Estamos todos aquí reunidos esta tarde para darle la despedida que corresponde a Joaquín Aguirre, excelente amigo, hijo y pareja. Que Dios este contigo para siempre…”

Ese recuerdo, simplemente ese recuerdo, hizo que soltara todas las lágrimas habidas y por haber, cayó al piso de hojas secas y lloró hasta que quedó sin lágrimas, quedó vacía. El dolor que sentía en su pecho era inexplicable.

Juntó las pocas energías que le quedaban y corrió por el bosque hasta llegar a aquel lugar, donde sentiría el viento por última vez, donde vería el sol por última vez, donde respiraría por última vez.

Tomó una fuerte respiración y gritó con todas sus fuerzas:

¡¡¡ Te amé, te amo y te amaré, Joaquín. Tu nombre está tatuado en mi corazón!!!

Respiró una vez más y saltó al vacío, esperando encontrar al amor de su vida en el más allá…





Segundo Lugar (compartido):     Gabriela Monsalve                               Octavo Básico

CIEN PISOS DE ARREPENTIMIENTO


Azotea 
Aquí estoy, a un cm de hacerlo, de tirar un hilo y que todo se acabe. Tan ligeramente, mucha gente dice que es aterador. Yo no tengo miedo. Sé que no es la mejor salida, pero para mi sirve.

Piso 100
Ya lo hice, ¿por qué? Porque no había otra salida. Ella ya lo hizo, pero ¿cómo?

Piso 99
Era un martes. Habíamos peleado, a muerte, la peor pelea que hemos tenido. Yo la amo, pero después de nuestra pérdida todo va de mal en peor. El miércoles ya no estaba en la casa, pero estaban sus cosas y el auto así que salí a buscarla.

Piso 80
Fui a todas partes de la ciudad, no la encontré, estaba muy preocupado. Dieron las 4 y 30 así que fui a un café a comer algo. Me senté frente a la tele y de pronto veo mi auto blanco hecho añicos en un barranco por el canal 36.

Piso 70
Mujer de 30 años se suicida tirándose al barranco North West. En proceso de identificación. Mi corazón se detuvo. Sonó el teléfono pero no contesté, ya sabía lo que me dirían.

Piso 60
Llegué a mi casa y el auto no estaba, era cierto. Entré.sentí una piedra bajo el schiopino pero no le di importancia y acto seguido la casa se inundó de lágrimas de culpa. “Yo la maté; yo la maté”, me decía.

Piso 50
Adentro grité su nombre con una mínima esperanza de oir su típico “Sí,  mi amor?”  Nada. Tomé un sobre que me extrañó ver sobre la mesa y lo metí a mi bolsillo, y con una desesperación horrible y el corazón destrozado corrí al Saint George & Ltd. Era el más alto de la ciudad.

Piso 40
Aquí estoy ahora, arrepintiéndome de nuestra estúpida pelea. “Yo la maté”

Piso 30
Siento el fuerte contrapeso del viento y como un rayo llega a mi mente ¡el sobre! Lo saco y hago un esfuerzo imposible por leerlo.

Piso 20
“Mi amor, te amo, lo siento. Estoy en casa de Ana, el auto está en el mecánico. Se le rompió el embrague , ve a buscarlo. Te llamé pero no contestaste. Las llaves están bajo el schiopino. Nos vemos en la noche. Te amo. Isabelle.

Piso 5
¡¿Qué hice?!, ¡¿Qué hice?!, ¡¿Qué hice?!  ¡Lo siento!, ¡Te amo!!!   ¡Noooo!  ¡¡Paren estooo!!!

Piso 2
Ya tiré del hilo, acabé con todo, si hubiera leído el sobre antes, si hubiera revisado “la piedra”, si hubiera contestado el celular… Pero ya es tarde, estoy a metros del suelo. Arrepentido.

Piso 1
Te amo, Isabelle.

Piso 0
Celular sonando. Buzón de voz: Mi amor, ¿dónde estás? Te amo.





Segundo Lugar (compartido):       Clemente Wacquez                             Séptimo Básico

LA MALDICIÓN


3:00 am:  El silencio sofocante de la noche es interrumpido únicamente por el silbido de los grillos.
Mientras tanto, en una oscura casa, contrastaba una luz constante y cegadora, donde un niño de nombre Marcelo yacía hipnotizado por un Ente: la pantalla de un Windows.

El muchacho ya tenía los ojos dilatados y con ojeras enormes, el único ruido que producía era el del mouse. Después de un rato comenzó a sentir una molestia, sentía que su cabeza se contraía a sí misma, se alejó de la pantalla y empezó a ver borroso y colores por doquier. Se agarró la cabeza y gritó como nunca antes lo había hecho. A continuación, cuando recobró la vista, vio a “alguien” frente a él. Dolidamente, mirando hacia arriba, le logró ver el rostro: tenía los ojos grandes y completamente negros, los labios pequeños y la cara extremadamente pálida.

Marcelo, sudando, pálido e inmóvil, lo miró tan profundamente que sentía que se estaba mirando a sí mismo.

--Marcelo Flores – dijo el ser con voz profunda.
-- ¿Qu..qué..¿Qué? respondió Marcelo con los labios secos.
-- ¿Qué? ¡¿Qué?! ¡¡¿QUÉ?!!,  ¡¡ tú sabes qué!! – dijo el ser con una voz ensordecedora e inmediatamente miró el computador con el ceño fruncido, como si fuera su peor enemigo. Lo tomó con las dos manos y lo tiró contra la pared haciéndolo pedazos.

--¡¡Basta!!  ¡Vas a despertar a mis papás! – dijo Marcelo.

 La criatura empezó a reir de espaldas al niño, se dio vuelta y lo miró, y sus risas se convirtieron en carcajadas, horribles y sádicas carcajadas. Después calló por unos segundos y miró fijamente al niño, pasaron unos cinco o diez segundos hasta que el ser gritó con boca al techo, le tocó la frente al niño y dijo:

“¡UN MES SERÁ TU CASTIGO! NO PODRÁS DORMIR NI DORMITAR. SI UNA PANTALLA MIRAS TE VOY A MATAR.”

Seguido de esto volvió a aparecer el dolor de cabeza, volvió a ver borroso y los colores le hacían dar vueltas la cabeza. Gritó de nuevo, pero esta vez lloró, lloró y no paró. Apareció en su pieza mirando hacia el techo, tenía mojada toda la polera.  --Fue un sueño--, pensó, pero se sorprendió al ver que el computador seguía en el suelo, trizado. Quedó paralizado ante la escena.

Sin nada más que decir se paró de su asiento, sus rodillas sudaban y sus pies temblaban. Fue corriendo a ver a sus padres pero no estaban ahí, sacó su celular para llamarlos pero el solo prenderlo le quemó los dedos y le sacó las uñas, sus ojos se quemaron. Lanzó el aparato contra el suelo haciéndolo añicos, refregándose los ojos con sus ensangrentados dedos y aguantándose el dolor, miró a su alrededor, buscó algún lugar por donde la criatura se pudiera escapar pero nada. Sentía como si tuviera dos largos hilos de manjar rancio cortando su garganta y los escalofríos lo comían como gusanos desde adentro hacia fuera, pero de un momento a otro el silencio le atravesó la cabeza como una flecha.

Una luz le hizo mirar al lado, era el amanecer que se veía a través de la ventana. Algo lo atrajo hacia ella, lo miró, pero lo miró observándolo, miró cada detalle, color, animal, planta, centímetro, como si todo eso estuviera dentro de él.

En la tarde, el aplastante y desesperante silencio se alimentaba de Marcelo, lenta y dolorosamente. Lo único que hacía era deambular por la casa una y otra vez, como esperando que algo ocurriera, pero la desesperación le desgarraba los talones. En un momento, increíblemente cansado,  recordó lo feliz que fue esa mañana viendo el amanecer y pensó: “la única manera de sobrevivir en este mundo es no estando en él”, con lo que concluyó que esa mañana el amanecer era el puente a su mundo feliz.

Para entonces ya Marcelo tenía una búsqueda clara: un puente a su mundo feliz. Buscó y buscó pero no encontró, fue a ver a su pieza pero al entrar tropezó con sus cordones y se cayó. Entonces vio debajo de su cama la llave de su búsqueda: un libro. Estiró su brazo, lo agarró y abriéndolo lentamente, empezó a leer. Y con eso pudo pasar las noches, las mañanas y las tardes viajando a toda clase de mundos y sólo con un montón de letras en unas hojas de papel.

Llegó el último día del castigo, la criatura apareció gritando retorcidamente, girando su cabeza y contrayéndose en sí misma, saliéndosele cada parte de su cuerpo. Marcelo se desmayó.

Cuando despertó estaba conectado a una máquina y se escuchó un grito:

¡¡Despertó!!

Vino el doctor, que no logró mirarlo a los ojos porque fue inmediatamente empujado por la madre de Marcelo, quien miró y abrazó al confundido niño.

Marcelo Flores había estado en coma durante un mes debido a un derrame cerebral. Le llevó unas semanas recuperarse pero ahora está sano.

Actualmente es escritor de libros y cuenta su increíble sueño a muchos entrevistadores del mundo.



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